13 febrero 2009

El niño con el pijama de rayas

La historia de la humanidad nos ha enseñado muchas cosas: todo lo que acontece sucede producto del cumplimiento de nuestros propios deseos e intereses gracias a la evolución política, social y económica de las sociedades. Esos acontecimientos han ilustrado las maravillas y las deficiencias que viven los seres humanos en su esencia y en su actividad. Sin embargo, muchas culturas han conservado esa tendencia, que se puede considerar como defensiva, de prevalecer e imponer su “superioridad” por medio de la expansión de los pensamientos y acciones. Un ejemplo muy conocido y notable de esto fue la influencia de los movimientos nazis de la 2da Guerra Mundial, un evento del cual no hay duda han quedado demostrados los grandes poderes e influencias de las ideologías en la vida humana.

Claro, para llegar a estas conclusiones hemos de recurrir a nuestros puntos de vista y apreciar esos factores; sin embargo, ¿Qué sucede cuando el punto de vista que se nos presenta es el de los niños? Este es el dilema que se plantea con la cinta “El Niño con el Pijama de Rayas”, que relata una conmovedora historia sobre la amistad: Bruno, el hijo de un oficial Nazi conoce a Schmuel, un niño de su misma edad que es prisionero en los campos de concentración y exterminio para los judíos. Al contrario de las grandes producciones, que han logrado ilustrar las impresiones de un pueblo que recurre al camino de la guerra bélica para demostrar el principio de la “superioridad racial” y de una unión de sociedades que en contra de este sentimiento defienden sus derechos a la vida y a la libertad como derechos fundamentales del hombre y las personas, este relato trata de explorar el contexto de las serias violaciones e implicaciones de las luchas que tuvieron su base en las denigraciones y macabros actos cometidos en la Alemania Nazi.

Aunque cabe destacar que mostrar estas impresiones desde la inocencia de dos niños que luchan por comprender desde cuando los seres humanos somos tan distintos y conflictivos, fue una apuesta bastante arriesgada, que incluso podría rayar en la ingenuidad, pero que consigue mostrarnos la tragedia irracional que representó la exterminación de seis millones de judíos despojados injustamente de sus derechos por su condición y por una creencia absurda cargada de contenidos religiosos y místicos que se oponía a la heterogeneidad cultural.

Quizás el mayor logro de esta producción es crear un nuevo e importante simbolismo representado en el acercamiento, la interacción y la amistad de dos niños que a través de una malla electrificada se convierten en dos almas que habiendo crecido en entornos desiguales y con experiencias completamente distintas, no son ajenos a esa humanidad latente de la que se desprende la premisa de que todos los seres humanos somos iguales y que ninguna raza, cultura o pensamiento debería ser capaz de soportar acciones criminales que lleven a la decadencia de un pueblo que solo buscaba vivir y salir adelante en una realidad manchada por las represalias, la humillación y la discriminación cultural, laboral y socio – económica de los Nazis.
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